Estaba sentado al borde del colchón, golpeteando con los pies el suelo, los codos en las rodillas y apoyando la cabeza en las manos. Tenía la mirada perdida, y el cabello revuelto se le agitaba a causa del movimiento nervioso de sus piernas. De pronto entornó los ojos, miró; su vista al frente. Había un gran reloj, redondo del todo, con grandes números de vistosos colores; la hora la daba un gran dedo de cartón, el minutero era el rabo de un gato y el segundero una hebra de telaraña de una minúscula araña que daba vueltas alrededor en un bucle infinito.
El reloj marcaba las 08:08, era difícil ver los segundos a esa distancia y más si los marcaba una hebra de telaraña. La pared de que colgaba el reloj era un mosaico enorme; un mosaico lleno de movimiento, lleno de vida, literalmente. Larguísimas enredaderas y plantas cubrían toda la pared. Las hojas es movián al compás de algo que no sabía qué era pues no era el viento; la quietud a su alrededor era abrumadora. Parece una enorme serpiente verde, pensó por último.
Miró a sus pies, descalzos, rosados pedazos de carne embutidos en una graciosa forma. Bajo ellos un profundo abismo, poblado de estrellas, puntos brillantes; fugaces hormiguitas de luz que vagaban aleatoriamente en el insondable vacío. Ora explosiones intensas de claridad, ora impenetrable oscuridad. Así era el suelo. Abrumador, confuso, desorientador; por meros reflejos recogió sus pies y se sentó cruzado de piernas sobre su colchón. Detalló ahora la repulsiva capa de desechos que era su colchón, a la velocidad de la luz desapareció de su mente la familiar imagen del colchón blanco e impoluto cuando sus ojos, y más que sus ojos su nariz detallaron lo que era el colchón en sí; carne putrefacta, ríos de pus, cardúmenes de gusanos y bandadas de moscas verdes que ensordecían con su aleteo sincronizadamente caótico.
Vomitó; desgarradoras arcadas desde lo más profundo del estómago arrancaron y expulsaron todo lo que se podía expulsar. De su boca salieron chorros de metal líquido fundido. Chorros amarillos y calientes salían a increíble velocidad. Pasó el espasmo, los labios llenos de ampollas. Sin dolor, sin nada sólo dejó de hacerlo. La violencia del vómito acabó poniéndolo boca arriba sobre el colchón de putrefacción. No hizo caso a eso, no se detuvo a pensar en su repugnancia. Estaba absorto, maravillado con el cielo, con aquél maravilloso techo que se balanceaba sobre su cabeza.
Letras, palabras, frases, oraciones; párrafos enteros cruzaban, subían y bajaban. Atravesaban el espacio con gracia pero a la vez con estrépito, con la rudeza de enormes titanes literales. Cada letra era un filigrana de increíble belleza y robaba el aliento el detalle de cada una de ellas. Aquello era una tormenta de ideas, la desoladora belleza del caos incomprendido, la caótica belleza de la imcomprensión y la ignorancia.
- ¡Hola! - escuchó de pronto.
Volteó raudo, sus ojos oteaban con rapidez y con sorpresa, pues aquéllo lo sacó de su profundo estado de conmoción.
- ¡Hey! ¡Hay! ¡Hoy!... ¡Hoooooola! - se escuchó la voz burlona.
- ¿Hola? - sin saber por qué contestó.
- ¡Jajaja, aquí, levántate y mírame, soy la "enorme serpiente verde" que viste hace un rato. -
- ¿Qué? -
- Lamento decepcionarte pero no soy una serpiente verde. -
Se levantó y vio la enorme pared verde, el reloj seguía en el mismo sitio y marcaba las 08:07. De pronto entendió el por qué del movimiento de las hojas que había visto antes, efectivamente no era el viento, ni siquiera una leve brisa. ¡Era el acompasado movimiento de la respiración!. Inhalaba y exhalaba con relajante ritmo.
- No te preocupes, el reloj está perfecto, no hace nada cambié a la araña que tenía antes; la pobre al final no podía tejer y pues sin hebras el bordado del tiempo no tiene sentido. Una pena, pero esta que traje es vieja y apenas puede caminar. Aquí el tiempo va hacia atrás. -
- Ehh... ehhh - Apenás alcanzó a balbucear.
La criatura tuvo que romper el silencio.
- Soy un temporótopo. Es decir, un gran, gran, grandísimo bicho, único en su especie; al cual por extrañas circunstancias todo el mundo lo confunde con un muro verde, o una serpiente verde, o un camino verde, o una montaña verde. Pero en realidad soy traslúcido, si quieres puedes caminar hacia aquí, apartar las enredaderas y ver dentro. Algún corazón y varios pares de pulmones es lo más que verás. Pero créeme el efecto resulta espectacular la primera vez. -
La idea de bajar del colchón definitivamente liquidó su creciente curiosidad.
- ¡Jajaja! ¡Hay! ¡Hoy! ¡Hey!. No te vas a caer, aquí no hay gravedad, levitarás a voluntad. Sólo dije caminar porque al parecer no caminar es algo que desorienta mucho a la gente. Pero puedes venir corriendo, nadando, gateando, hasta puedes venir de cabeza dando vueltas como un trompo. ¡Ah!, ¡me encanta eso que llaman break dance!. -
- ¿Qué es esto?, ¿Dónde estoy? -
- Hmmm, bueno si te digo la verdad, no tengo ni puta idea. Sólo sé que estás aquí. Mirarás dentro de mi interior, harás preguntas estúpidas, responderé estúpidamente y desaparecerás.-
- ¿Desapareceré? - Preguntó asustado.
- Hmmm sí, pero no creo que sea como para asustarse, si lo prefieres trascenderás, dejarás este estado, este limbo que no sé que coño es y volverás de dónde viniste. -
Caminó hacia el bicho, hacia el... el termo... No recordaba.
- Temporótopo. - Añadió el bicho.
- Gracias, pero... ¿tienes nombre?. -
- ¡Hoy! ¡Hay! ¡Hey!. ¡Claro que tengo!. -
- ¿Y cuál es?. -
- Vamos rápido con la parte de las preguntas estúpidas. -
- Lo siento. - Le dijo algo abochornado.
- Me llamo Alis aaaaenthp el alambouesster calatirex Empobiuros Al Cuiulir van Vvengeruindo Pas Mon Altius Cos.-
- Ehhh, ¿te molesta si te llamo simplemente bicho? -
- ¡Hey! ¡Hey! ¡Hey!. Me han llamado "repulsiva bestia demoníaca". Así que bicho está bien. Además con mis 400 pulmones me quedo sin aire cuando tengo que decir mi nombre en mi lengua natal. -
- Ya veo. -
- ¿Quieres escucharlo en mi lengua natal? -
- Ehh bueno. - Dijo indiferente mientras apartaba las ramas del costado de "Bicho".
- Bueno sonaría algo así como... -
Hubo una pausa larga. El reloj marcaba las 08:06.
- Permíteme preguntarte, pero no te he entendido... -
- Porque no dije nada, ¡Hay! ¡Hey! ¡Hoy!. A veces son tan ingenuos. No tengo ninguna lengua materna.-
- ¡Oye se puede ver todo dentro de ti!. -
- Te lo dije, es im... Pre... Sio... Nan... Te. -
- ¿De qué te alimentas?. -
- Hmm bueno en principio devoro humanos como tentempié. Pero básicamente consumo los sueños, el tiempo que corre hacia adelante. Ya sabes por eso de que debe haber un equilibrio y esas cosas. -
- ¿Humanos?. -
- Mierda, no pillas ni una. ¿Tienes por afición hacer preguntas tontas?. - Dijo Bicho con algo de indignación.
- Lo siento, pero es que esto me abruma.-
- A mi también y no hago preguntas estúpidas. Sólo respuestas estúpidas. Directa consecuencia de las preguntas estúpidas que se me hacen. -
- ¿Qué es el amor?, ¿qué es la vida?, ¿trascendemos?, después de la muerte ¿a dónde vamos?, ¿qué fue primero, el huevo o la gallina?. -
- ¡Hoy! ¡Hay! ¡Hey!. Directo al hígado amigo mío. Pero todas esas preguntas son estúpidas, pues con un poco de instrospección de tu parte conseguirás las respuestas. Sólo tu crees que son preguntas complicadas o profundas. -
Hubo un silencio, abajo el abismo se iluminaba por las estrellas vagabundas, arriba la tormenta de letras descargaba rayos de signos de puntuación. Las exclamaciones e interrogantes azotaban con furia el lejano horizonte.
- Explícame entonces lo siguiente. ¿Cómo es posible que te rompan el corazón y que con cada pedacito sigas amando a la persona que te lo ha roto?. -
Silencio sordo, Bicho no pronunció nada, el tiempo retrocedió, imparable. 08:01, 07:00, 06:03, 04:56.
- No lo sé. - Dijo Bicho, con profunda solemnidad.
- Nadie lo sabe, y vine aquí buscando esta respuesta. -
- Lo siento. - fue el turno de Bicho de abochornarse, si tal cosa en un ser traslúcido era posible.
- ¡No sientes nada!. Quien lo siente soy yo. -
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