¿Qué pasaría si todo lo que eres, fuiste, y quizá serás, resulta ser un sueño y se esfuma en un instante?...
- ¡Buenos días! -
- ¡Buenos días, ahí tienes el desayuno en la mesa, come rápido que te deja tu padre. -
- Sí, sí ya voy, siempre lo mismo "apúrate que esto", "apúrate que lo otro..." -
- ¡A callar y a comer que el tiempo pasa!. -
Comió rápidamente una taza de leche con cereal, jugo de naranja y una pera, subió corriendo como alma que lleva el diablo hasta el baño y se limpió los dientes a toda prisa. Se miró al espejo, arregló, si es que tal cosa era posible, su enmarañada cabellera castaña, se ajutó el cinto y buscó sus pertrechos.
- ¡Alberto, coño, rápido que no tengo todo el día!. -
- ¡Ya vooooy!, ¡No jodas, deja la prisa!. -
Sonó el claxón del carro, bajó las escaleras de dos saltos. Esquivó al perro y a su madre.
- Chao ma! -
-¡Chao hijo, suerte! -
Abrió la puerta del carro, se lanzó en el asiento del copiloto. Encendió el radio y vió la hora.
-¡ Yujuuuuu!, ¡Papá muévelo que llevo 10 mins de retraso!. -
- Siempre es lo mismo, un día de estos te voy a dejar y tendrás que irte andando, a ver si sigues con tus ¡Yujuuus!. -
- Sí, sí menos cháchara y más velocidad. ¡Púyalo!.
Arrancó el carro, rumbo al trabajo del padre, pero dejando antes al hijo en el terminal de pasajeros.
- ¡Aló... sí Mónica, ya voy saliendo, en caso de que llegue tarde, aguántame a esa gente todo lo que puedas, que tuve un problema técnico aquí en casa y no pude salir antes... -
- ¡Claro que no!, mira si quieres te paso a mi papá y le preguntas a ver si no es verdad lo que te dije. -
- Bueno, bueno, besos cielo, estamos hablando en 15 mins que llego allá. Chauuu. -
Se atascó el trafico en las cercanías del terminal de pasajeros y el tiempo asfixiante no le dejó más remedio que hacerlo correr como un atleta de 100 metros lisos.
- No, papá me bajo aquí y llego corriendo al terminal. -
- Bueno hijo que te vaya bien por allá, y ten mucho fundamento ¿eh?. -
- Segurolas viejo, yo llamo por teléfono cuando llegue. -
Sonó el teléfono...
- ¿Qué pasó? -
- ¡Coño! Llego en dos minutos, voy corriendo chao. -
- Sí, sí, es seguro, dile que me disculpe, llego en 2 minutos. -
Diez minutos de atraso, diez minutos que le pasarían factura una vez llegase al destino, pero qué carajos, ya no podía hacer más que correr como un loco y esquivar la gente del andén. Al fin encontró el autobús que debía tomar, todos los pasajeros lo recibieron con efusivos y sarcásticos aplausos.
- ¡Eh, llegó el que faltaba. Cuándo no tu haciendo esperar a todo el mundo. -
- Sabes lo importante que es esta vaina y todavía llegas tarde. -
- ¡Gente!, Discúlpenme, pero es que el carro de mi papá no quería prender cuando iba a salir, de no ser por eso hubiese llegado a la hora, es más hubiese llegado el primero. -
- Verga pana, a ver si te cambias la excusa, que siempre usas la misma. -
Todos abordaron el autobús y salieron rumbo a su destino. Todos conversaron impulsados por la novedad del viaje y las enormes espectativas que todos tenían en él. Pero pronto, uno a uno fueron cayendo en el sueño profundo de aquellos que despiertan antes del alba después de una noche larga.
- Mónica, discúlpame de verdad por llegar tarde, sabes que no era mi intención incomodarlos a todos.-
- No pasa nada amor. -
- Sabes, espero que estés preparada para una sorpresota... -
- ¿Qué sorpresa?.-
- A ver, ¿qué parte de "sorpresa" no entendiste?. Tu espera un poco y verás. Si todo sale como lo calculé, segurísimo que estarás muy feliz. -
- Tonto, que estés aquí sentado a mi lado ya me basta para ser muy feliz... -
- Ja ja ja. -
- Así que te tocará esforzarte con esa sorpresa para hacer muy muy feliz. -
Y se besaron tiernamente. Un beso inocente y largo, un beso de dos personas que se aman y son felices, una al lado de la otra. Ella apoyó su rostro en el pecho de él y ambos se durmieron, casi al mismo tiempo, sincronizados como sólo una pareja de enamorados puede hacerlo. Y el sueño los arropó y todo se desvaneció en los jirones de la inconciencia del sueño profundo. La inconciencia del sueño de alguien feliz.
Un estruendo sordo, un tirón que removió los huesos hasta la médula, el vértigo, la opresión de la gravedad, la rudeza del movimiento. Todo se estremeció. Todo dio un vuelco, un giro inesperado. Aquel impacto removió cada célula, y ya nada sería igual.
- Avance: Un autobús repleto de jóvenes estudiantes colisionó contra un camión que transportaba desechos químicos. Hasta los momentos se han reportado 26 heridos leves, 10 intoxicado por agentes químicos y 1 herido de gravedad, que responde a la identidad de Alberto González. El herido fue trasladado al hospital central de la ciudad y se encuentra en situación de alto riesgo... -
- ¡No puede ser, no puede ser!. -
- ... los conductores del autobús y del camión se encuentran ilesos y fueron trasladados a la comandancia de policía para dar declaración sobre el siniestro. -
- ¡Alberto, Alberto, maldita sea... Maldita sea. -
No sintió nada, no sentía nada, todo era confuso, pero a la vez reveladoramente cruel. Su cuerpo descansaba sobre una camilla en lo que parecía ser la habitación de un hospital, todo rodeado de aparatos cables y químicos. Un tropa de enfermeras y médicos lo rodeaban y tocaban sus heridas. No soportó la visión, ni quería ver aquél cuerpo, irreconocible, pero genuinamente suyo, familiar y conocido.
No salió de la habitación pues era omnipresente, estaba en todos lados y a la vez no estaba. Se concentró en la gente que esperaba fuera de la sala. Ahí estaban sus padres, destrozados; con los ojos hinchados, devastados completamente. Podía escuchar sus pensamientos, podía sentir la pena que los invadía, podía sentir que un vació comía sus almas, y que ese vacío era el espacio que él abandonaba. Ese vacío se acrecentaba pues no tenían esperanzas, la resignación era inminente. No se salvaría.
También estaba Mónica, la vió, la oyó, la sintió, la olió. Pero el dolor le embargó. Ella estaba feliz, estaba liberada, se había sacado un peso de encima de un plumazo. Se había liberado de aquella carga. Alberto entró en su memoria. Como ráfagas de plomo y chorros de aceite hirviendo aparecían las traiciones y las mentiras. Lo lastimaban, lo laceraban. Laceraban su identidad incorpórea, etérea.
Quería salir de aquel infierno, pero no podía. Cada vez hurgaba más profundo en su memoria, cada vez conseguía más y más porquerías. Aquél chiquero lo halaba cada vez más hacia el fondo. Que no quedara nada sin destaparse, nada oculto. Luchó, luchó con todas sus fuerzas, se aferró a lo bueno, a lo que lo hacía feliz, pensó en sus padres, pensó en ella. Buscó en su mente, y allá lo consiguió, un pequeño cúmulo, ahí estaba, de verdad lo quiso, de verdad lo amó y no todo fue una farsa.
Sabía que no debería hacerlo, pero lo hizo, impulsado por la rabia, impulsado por un irracional deseo de sentirse querido. Unas irrefrenables ganas de borrar aquella sonrisa de satisfacción que tenía ella en su mente. Y tocó, tocó aquél cúmulo. Estaba contenido, atado, carcomido por otros pensamientos. Pero lo zafó, zafó el nudo que amarraba su amor por él.
Rompió a llorar, como un bebé recién nacido. Se tiró al suelo. Él la vio llorando, pero no sintió satisfacción. Tocó su mente de nuevo y le dijo:
- ¿Por qué lo hiciste?, no es justo. Pero te amo. Hasta nunca Mónica... Hasta nunca. -
Los instrumentos comenzaron a dar alarmas, el bullicio invadió la sala. Él volvió a la habitación, lloró y se entregó a la muerte.